Ayer bajé al inframundo, muy tarde, a esas altas horas cuando uno está completamente solo, para buscar en lo más profundo y negro, algo de luz.
Volví a verte, fue muy duro, muy difícil... Intente ver tus ojos, en esa mirada tan dulce, la mentira, intenté escuchar en tu voz falsedad, ironía; también busqué en tus besos -lo más genuino que una persona puede dar- aire frío y calculador...
Ayer encendí la película con un objetivo en mente, como cuando uno la ve una y otra vez para aprenderse algún diálogo, descubrir nuevos detalles o encontrar errores de edición que nos sorprenden y nos hacen reír.
Todo eso tiene un propósito, hay algo en esa película que nos intriga de más. Porque las películas que nos gustan, nos gustan y ya, no reparamos en nada más con ellas, no lo merecen ni ameritan.
Ayer intenté con todas mis fuerzas por fin ver eses cortes que nunca vi, algún exceso de maquillaje, también me fijé que el sonido y la actuación eras geniales.
No pude ver error alguno. Lo que hasta ahora comprendí, aún cuando haya sido lo más evidente de todo, es que las películas, son eso, películas, y están completamente fuera de la vida real.